¿Qué hacer en Concepción?

El punto para iniciar la visita debe ser El Balcón del Café, ubicado en el segundo piso de una casona de más de 250 años desde donde nos revela una vista privilegiada del Parque y la panorámica de las montañas circundantes. Aquí vale la pena disfrutar sin prisa un café cosechado en el propio municipio y la especialidad de la casa: “Concepción de Café”, helado de café, almendras y salsa de chocolate. Dentro del mismo espacio encontramos La Ventana Artesanal, donde se comercializan productos hechos en el municipio como los chocolates rellenos de lulo o guayaba y las mermeladas, de los mismos sabores, que producen las mujeres de la organización Mayelú, al igual que los bolsos, individuales, y carteras bordadas por los integrantes del Grupo de Artes Plásticas.

Otra parada obligada es la Casa de la Cultura, también nombrada en honor al General Córdova, pues es allí donde nació y vivió sus primeros años. A su entrada un bello mural del Maestro Salvador Arango relata la Batalla de Ayacucho y celebra los 200 años de nacimiento del prócer.

Por supuesto, la visita no estaría completa sin la subida al Alto de la Virgen que, si bien exige un esfuerzo físico para alcanzarse, recompensa con una maravillosa vista del casco urbano.

Fuera del casco urbano, hay un plan quizás no tan conocido. Aunque hay que madrugar, vale toda la pena. Es un paseo a la Finca El Morro, subiendo hasta allí a lomo de mula por un camino de herradura. Allí se disfruta de un delicioso desayuno campesino mientras se contempla el amanecer en el horizonte. En la finca podemos interactuar con cabras, conejos y vacas, y conocer un poco sobre la forma en que se cultivan los productos agroecológicos. Al regreso, de nuevo a lomo de mula, encontramos varios charcos donde refrescarnos.

Si de agua hablamos, no podemos más que decir que Concepción es un manantial, y el baño en sus innumerables fuentes, una actividad arraigada en la vida de sus habitantes. Lugares como el Charco los Payasos y El Aguacate y la Cascada Matasano son conocidos por todos. A la hora del paseo de charco, un infaltable es el fiambre: juntanza de papa, arroz, chicharrón, carne, huevo, tajada de maduro y chorizo en hoja de plátano o bijao, aquí es muy popular y es posible mandarlo a hacer por encargo.

También conectado con el agua y la naturaleza está Rancho Luna, una finca ecoturística cuyo concepto de alojamiento es el camping, y sus espacios están construidos en guadua y bambú. A ambos lados del terreno bajan cascadas a las que es posible acceder por caminos cuidadosamente elaborados y que de noche se iluminan para crear un ambiente íntimo y acogedor, momento ideal para disfrutar del mejor canelazo del oriente antioqueño.

Eco Finca Athakai («la energía del ahora»), cuyo propietario, Luca, es un italiano que se enamoró de Concepción y decidió quedarse a vivir aquí, ofrece su hospitalidad y deliciosas preparaciones culinarias a sus huéspedes. Al pie de la finca corre el Río Concepción, por lo que es otro lugar óptimo para un buen chapuzón.

Por su parte, la Finca Hotel Los Abuelos es un alojamiento en un lugar mágico en medio de la naturaleza, también rodeado de fuentes de agua y coloreado por variedad de flores.

Además de las ya mencionadas opciones de alojamiento, está el Hotel Doña Pascuala, hospedaje colonial nombrado en honor a Pascuala Muñoz Castrillón, madre de José María Córdova y su hermano Salvador, ubicado sobre la calle que es considerada la más bonita y pintoresca del municipio, la Eloy Alfaro.

Para desayunar y almorzar, El Ranchito. La cocina es tradicional y de sabor casero, y se disfruta mientras los ojos recorren curiosos el mobiliario de esta antigua casona rústica y luminosa que conserva su arquitectura original, decorada en su mayoría con elementos que remiten a la idiosincrasia arriera y agrícola. Es además uno de los sitios donde todavía puede conseguirse la gelatina de pata de vaca, tan famosa en el municipio, o las panelitas de arequipe, maravillosas opciones para el postre.  

También para el postre o, en cualquier momento realmente, Sabe Artesanal, un pequeño y coqueto rincón con deliciosas preparaciones de café y panadería artesanal. Abre normalmente de jueves a domingo, pero vale la pena hacer que la visita coincida con ello.

Al caer la tarde, un lugar para departir y compartir es el Gran Salón Social. Esta fonda ha permanecido allí por más de 90 años y ha pasado de generación en generación rindiendo tributo a los tangos y la música clásica; sus paredes, repletas de cuadros y fotos, homenajean a diferentes íconos musicales.

También está El Farol Café-Bar, donde podemos disfrutar tanto de un buen postre como de una de las cervezas artesanales que se producen en el oriente antioqueño.

Para cenar, La Tienda es una buena alternativa con sus pizzas, hamburguesas y burritos, comida sencilla pero rica.

¿Qué hacer en Sonsón?

El Museo de Arte Religioso alberga el número más grande de piezas museales de esta temática en el país, entre las que encontramos la mayor colección de trajes de ceremonial religioso y una sala dedicada a la antigua catedral. En un espacio aledaño encontramos además la Sala Rómulo Carvajal Quintero, un homenaje a este escultor antioqueño que vivió y falleció en Sonsón.

Por su parte, el Museo Folclórico Casa de los Abuelos está dividido en tres ejes temáticos: la recreación de la vida doméstica tradicional; la historia empresarial, con la sala dedicada a la imprenta del periódico, la tienda de fotografía (donde aún se conversan las fotos de los que no pagaban, que se exponían en la calle para escarnio público), la barbería, la escuelita y la tienda (con música de fonda); y finalmente, la Sala Arqueológica, que exhibe una colección de más de 3000 piezas que cuentan la historia de las comunidades aborígenes que habitaron este territorio.

También hacen parte de la Red el Museo Fiestas del Maíz, la Sala Homenaje a la Prensa Sonsoneña, el Museo Casa de la Cultura Roberto Jaramillo Arango, y la Ciudadela Educativa – Museo Pablo Jaramillo, ceramista y dibujante sonsoneño, cuya obra se puede apreciar en la señalización de varios espacios en el municipio. Recientemente se ha anexado a la Red el ya mencionado Hotel El Tesoro, que en su interior alberga una colección de miles de piezas que cuentan la historia sonsoneña, distribuidas en secciones con nombres tan evocativos como “el rincón que marcó a todo un pueblo”, “el rincón de chupacobres” o “el rincón de la abuela”.

Las fraguas son talleres donde se forjan o trabajan los metales. En Sonsón, el término se utiliza para denominar los talleres donde se producen herraduras en hierro forjado de manera artesanal, uno de los oficios más antiguos del municipio, donde hoy  encontramos todavía más de 40 talleres. La Fragua los Castro es uno de los más famosos, y padre e hijo reciben al visitante para enseñarle todo el proceso con gran devoción.

Productos sonsoneños ofrece una vitrina a diferentes productos autóctonos del municipio junto a los suyos propios. Aquí encontramos el delicioso queso sonsoneño, la gelatina de pata “Los secretos de la abuela” y los productos a base de miel de abejas como polen e hidromiel de Pecoreos. También el famoso “bocado de arriero” o los “palitos de arriero”, sabores de antaño a base de miel de caña que Don Nelson Valencia, su propietario, ha logrado recuperar para darles una nueva vida.

El higo ha sido un símbolo en la historia agrícola del municipio, aunque cada vez más en desaparición por la llegada del aguacate. Cultivado en el Corregimiento Alto de Sabanas, aquí encontramos varias fincas donde es posible conocer el proceso de siembra y cosecha del nopal, y un paisaje que se tiñe bellísimo en toda su extensión del verde de la planta y el rojo y amarillo del fruto. Al fondo, una cadena montañosa se revela aparentemente infinita, pero en algún punto no muy lejano está el Páramo de Sonsón. Para acercarnos solo un poco sin intervenir ni afectar esta fuente de vida, podemos subir hasta el Mirador del Páramo, haciendo por supuesto una parada en ruta para probar las arepas rellenas de queso y bocadillo de Delicias del Páramo. En el mirador encontramos un Cristo de gran envergadura y una hermosa vista donde, en días despejados, se puede observar a lo lejos el Río Magdalena, recordándonos que hasta allí se extiende esta tierra de fundadores.

En términos gastronómicos, la oferta contemporánea es todavía limitada, pero van apareciendo nuevos espacios como Zona Gourmet, restaurante de pastas, ensaladas, carnes, mariscos y vinos; La Cocoa Café Bar, un espacio moderno y acogedor que toma su nombre de un personaje pintoresco y querido del pueblo, Doña Dioselina, conocida como “La Cocoa”, donde encontramos opciones mejicanas, de parrilla y ricos cocteles y preparaciones de café. Para un café conversado, recomendamos Café Savalo, un espacio agradable donde cuentan también con buenas opciones de postres y repostería.

Como es mucho lo que hay que ver, recomendamos pasar la noche en el municipio, que cuenta con alojamientos como Maravilla Hotel Boutique, casa antigua de propiedad familiar que conserva su encanto, con un patio interior muy bonito, decoración cuidada y muy buena atención; el Hotel Gio, moderno, luminosos y acogedor, también con una magnífica atención; y, por supuesto, el mencionado Hotel El Tesoro, que además de comodidad y muy buena atención ofrece la experiencia de alojarse en un museo.

¿Qué hacer en el Carmen de Viboral?

Para sellar la relación de amor del municipio con su tradición Cerámica, en el año 2004 se empezó a desarrollar un proyecto de intervención urbanística liderado por el artista José Ignacio Vélez en la Carrera 31, desde entonces denominada Calle de la Cerámica, donde se instalaron mosaicos y piezas de loza con las principales pintas en las fachadas de las casas, resaltando así su historia. Se llevó a cabo un proceso similar en la Calle 30, ahora conocida como Calle de las Arcillas,  y se coronó con la Torre Bicentenaria, obelisco de 20 metros de altura que contiene en sus paredes 2700 baldosas de cerámica de diferentes colores y representa una chimenea de las antiguas fábricas.

La historia de la cerámica en El Carmen está sintetizada en una sala del Instituto de Cultura Instituto de Cultura, donde encontramos el Museo de la Cerámica, espacio que cuenta acerca de los materiales y herramientas utilizados en el proceso de producción de la cerámica, las pintas o decoraciones más representativa y los colores, acompañado de fotografías y piezas que ilustran el camino recorrido por los artesanos que han ayudado a que esta historia siga con vida.

La tradición cerámica también está presente en las mesas: platos y tazas hacen de telón de fondo a la oferta gastronómica carmelitana. Un ejemplo de ello es Casa Carrataplán, una propuesta de cocina tradicional colombiana que busca rescatar sabores ancestrales mezclados con toques fusión, a base de productos locales y en su mayoría orgánicos, ubicada en una hermosa casa antigua que conserva su arquitectura y encanto.

La siembra orgánica es una característica definitoria de El Carmen contemporáneo. En esta línea está Hojarasca Cultura Orgánica, restaurante que se nutre de la cosecha de la Granja Escuela Rena-Ser, finca donde se cultivan más de 200 especies de plantas comestibles, medicinales y ornamentales. Es un delicioso restaurante vegetariano ubicado en un hermoso espacio lleno de color y naturaleza que refleja sus valores y filosofía, y que además sirve de mercado y punto de venta de los productos de la finca.

Un concepto similar tiene La Itinerante, restaurante de La Buenaventura Granja Escuela, donde se promueve la bioconstrucción, el manejo de los animales y la agricultura basada en conocimientos ancestrales. Su premisa es “cocinamos en movimiento con la cosecha”, y es un lugar ideal para disfrutar de alimentos preparados con mucho amor y de forma consciente en un entorno natural.

De un orden más calórico, el “chorizo de punta” de la Cafetería Especial es un infaltable de la visita. Este lugar emblemático por el que pasa toda personalidad y también persona “de a pie” que visita el municipio, es ideal para el encuentro y la tertulia en su barra. Una buena pregunta para Alberto y Blanca, sus dueños, es sobre la historia que da nombre a este tradicional producto que se vende hace ya más de 50 años.

Otros espacios icónicos donde encontramos diversidad de oferta comercial son el Paseo del Ángel, uno de los puntos más fotogénicos del casco urbano, con sombrillas de colores adornando el techo a lo largo de todo el pasaje, las plaquitas de cerámica en las paredes con frases literarias, y el mosaico con alas de colores que corona la pared de fondo, tendencia en Instagram. También está Plaza Rosé, otro pequeño pasaje comercial donde encontramos propuestas como Carmelina Beer Bar, recomendado para disfrutar de una deliciosa cerveza artesanal producida en El Camren, y el espectacular Hotel Casa Rosé, que también integra elementos de la tradición cerámica y en cuyo restaurante, La Terraza by Santo Pecado, encontramos un sitio  ideal para desayunar o disfrutar de un buen coctel cuando cae la noche.

Para una hacer una pausa y sentarse a conversar sobre toda la belleza que encontramos en El Carmen de Viboral, podemos elegir entre Café Provincia y El Parroquial, lugares donde, como no podía ser de otra manera, se disfruta de deliciosos cafés y preparaciones de repostería servidos en vajilla carmelitana.

Representante de la escena cultural, Volaren Café es un lugar bohemio ideal para la lectura y disfrutar de diferentes muestras artísticas al calor de un buen café. También lo es La Península, espacio maravilloso y múltiple que integra la sede de Teatro Estudio, un taller y tienda de cerámica experimental, y El Barqueadero, bar con programación musical y artística habitual que toma su nombre de lo que antiguamente era este lugar, un parqueadero.

No podemos dejar de resaltar el trabajo de una institución que ha sido la precursora de la escena teatral carmelitana: Corporación Cultural Tespys, tienen un sello distintivo que ofrecen a su audiencia hace muchos años: la famosa “copetuda”, aromática con ron ideal para calentar el cuerpo mientras disfrutamos de una de sus obras costumbristas.

¿Qué hacer en La Ceja?

Un Café y Más es el lugar ideal para irse impregnando del ambiente y la historia del municipio, degustando una buena taza de café, fruto no muy vinculado al imaginario de esta tierra, pero que sólo al sur del municipio cuenta con 37 fincas productoras.

En relación al cultivo de flores, en Jardines de San Nicolás podemos disfrutar de recorrido en bici para conocer el proceso de la flor desde la siembra hasta que es empacada para exportación, y en Alma del Bosque presenciar una de las mayores colecciones de orquídeas de Colombia, 15 hectáreas sembradas en hortensia blanca y un sendero ecológico lleno de musgos, anturios y bromelias.

La tradición lechera ha derivado en una creciente corriente de productos de gran calidad.  Es el caso de Lácteos El Tabor, finca que en el año 2014 empieza a transformar su materia prima de forma artesanal, y abre a los visitantes un colorido kiosco donde ofrecen más de 18 productos,; también está Lácteos San Sebastián , “homenaje al campo”, que ofrece una experiencia por diferentes regiones y técnicas del mundo con productos elaborados por manos de maestras queseras del Oriente Antioqueño. Dentro de la finca encontramos también a San Luca, restaurante que goza de una sofisticación rústica donde todos los productos son locales y orgánicos.

Hay un punto donde coinciden lo rural y lo urbano en un festival de colores, aromas y sabores: la Plaza de Mercado, allí encontramos puestos de venta de frutas, verduras y productos cárnicos, también restaurantes que ofrecen preparaciones tradicionales con mucho sabor. Y si de sabor se trata, es preciso mencionar a Doña Delfina, oriunda del Urabá antioqueño y que hace seis años llegó a La Ceja con su esposo, sus 3 hijos y las tradiciones de su tierra; a finales de 2019 abrió De la Casa Sazón Pacífico, restaurante especializado en cocina de la región que la vio nacer y a través de la cual pone en valor los usos culinarios de los campesinos y pescadores nativos de aquellas tierras.

Volviendo a los cafés, no pueden dejarse fuera de la lista El Remanso, lugar icónico donde coincide la bohemia del municipio sin distinción de edades, ni Café Teatro, un lugarcito muy pequeño y acogedor ubicado enfrente del Bar Los Alpes, conocido por todos como “la rumba eterna”.

La Ceja no puede entenderse sin su escena musical, esa que mantienen viva representantes tradicionales como la Banda de Payuco, con más de 50 años de trayectoria, y otros más recientes como la Red de Músicos Independientes de La Ceja, nacida en 2013 y que hoy cuenta con más de 80 asociados. Es habitual encontrarlos tocando y cantando en Casa Tinkú, café-bar cultural, o en Primitiva, donde se puede disfrutar de una hermosa vista del parque principal y de las tantas cervezas artesanales, hoy tan de moda en el oriente antioqueño.

De los varios espacios naturales que dan a este territorio la connotación de municipio “verde”, el más representativo es el Ecoparque Los Saltos, donde se pueden visitar más de 10 saltos, cascadas, manantiales y nacimientos de agua, entre ellos el Salto del Buey, una de las cascadas más altas de Colombia, además de contemplar la fauna y flora y realizar avistamiento de aves.

Para el visitante interesado en extender la estancia más de un día, la Finca Hotel Los Lagos  es una opción muy recomendable donde, en sintonía con el carácter musical del municipio, el espectáculo sinfónico está a cargo de ranas y grillos por la noche, y de los pajaritos al amanecer.

¿Qué hacer en El Retiro?

Aquí el buen gusto se encuentra por doquier en cafés, restaurantes, galerías de arte y librerías. Todos, o la mayoría, tienen algo en común: son propuestas innovadoras que han desembarcado en casas o casonas antiguas, conservando los rasgos arquitectónicos esenciales con toques modernistas bien sea a través de la decoración o de los propios productos representativos de su quehacer. Si no lo era ya, El Retiro se está convirtiendo cada vez más en un lugar exquisito. Y no sólo por la deriva artística que está tomando, también por su propensión a estimular el sentido del gusto, pues es difícil encontrar otro municipio con una oferta gastronómica tan amplia y variada.

Las galerías de arte Casa Enso ó Casa de la Leona son un perfecto ejemplo del carácter exquisito que se ha apoderado del municipio. En ambas podemos encontrar exposiciones itinerantes cuidadosamente elegidas y una programación cultural innovadora.

Otra propuesta muy interesante y aromática es Taller de Hierbas, donde los tesoros de la tierra se convierten en productos de bienestar y cuidado personal, y podemos hacer una inmersión sensitiva en los aromas de esencias elaboradas con hierbas de origen orgánico.

Por su parte, el Café-Librería Tanta Tinta es un universo literario que sirve de telón de fondo a la degustación de uno de los tantos cafés regionales o nacionales que ofrecen.

A la cabeza de la innovación gastronómica está El Balcón Azul, que en medio de una sofisticada cocina colombiana itinerante, o “cocina criolla gourment”, presenta al helado de arepa de mote como infaltable que sobrevive a las siempre maravillosas itinerancias en la carta.

Está también Barro, pizzería que además ofrece deliciosas focaccias y burratas, y Milolas Delicias con Historia, otra alternativa de cocina creativa donde los sabores tradicionales colombianos cobran nueva vida a partir de los toques fusión.

La Liebre Panadería es otro imprescindible, especialmente para un buen desayuno o brunch; aunque todo es delicioso, nuestro recomendado principal son los waffles de masa de buñuelo acompañados de una deliciosa confitura de frutos rojos. Es también un pequeño, íntimo y acogedor Bed and breakfast que no puede más que adjetivarse con la palabra que, vamos viendo, mejor resume a El Retiro: exquisito.

Hay una oferta culinaria más tradicional pero no por ello menos recomendable. En esta categoría encontramos, por ejemplo, a El Pilón Guarceño, un restaurante de comida típica y truchas cuyo atractivo reside, además de en sus preparaciones, en sus paredes que albergan una variada y pintoresca colección de artículos de Coca Cola.  También los deliciosos buñuelos rellenos de queso de Pandequeso Santarrosano Donde El Profe ó el colorido pasaje Casa Montoya, punto de encuentro de propios y extraños, pequeña plazoleta de comidas donde encontramos alternativas más descomplicadas e informales como La Mordida (comidas rápidas),  K-trina Mexican Food, ó Arroz Arrocito Café Tertuliadero, donde también es posible disfrutar de una buena cerveza artesanal del oriente y de algún toque de música en vivo si coincide con el fin de semana.

Para un buen café con las mejor vista del parque y la iglesia recomendamos El Café de los Mejía, un pequeño y agradable espacio en el segundo piso de una casa antigua, y a pie de tierra, Café Retiro, que se ha ido convirtiendo en todo un referente por sus tours cafeteros donde se visita una finca tradicional para conocer los procesos de siembra, cultivo y cosecha, y se propicia el compartir con familias campesinas que por años se han dedicado a este oficio; Le Montañeré, que ofrece más de 50 marcas diferentes, y Aroma a Café, donde recomendamos probar su delicioso vino de café.

Hablando de vinos, vale la pena, viendo la noche caer, disfrutar de una buena copa acompañando un fondué de Petite Amelia, ubicado en una finca campestre a no más de 5 minutos en carro desde el casco urbano, desde donde puede obtenerse una maravillosa vista del mismo. O una cata de cerveza artesanal en TorreAlta Cervecería, espacio de estética industrial, en el que la maquinaria con la que se procesa la cerveza se deja a la vista. Se ofrecen una amplia variedad de cervezas de primera calidad, que se nombran a partir de historias curiosas o en torno a términos ciclísticos como El Gregario, La Justa, Rey de Palmas, Dama Alegre, El Niño sin padre y La Diva.

Si al caer la noche nos descubrimos seducidos por este aire artístico, que sin duda invita a quedarse, además del ya mencionado Bed & Breakfast La Liebre, recomendamos el Hotel La Posada del Zaguán, una casona antigua con patio interior, luminosa, con habitaciones amplias y cuidadosamente decoradas, donde seremos recibidos con gran hospitalidad.

¿Qué hacer en La Unión?

La devoción de los unitenses por los tractores se proyecta en el Ford 1950 azul que ya se jubiló y está en el Parque Principal Rafael Uribe Uribesímbolo de uno de los primeros ejemplares que llegaron al municipio y que cambiaron las dinámicas del trabajo manual. A su lado está la estatua de la Virgen del Carmen, patrona de los tractoristas y demás conductores. Por su parte, el cariño hacia el producto insignia se hace evidente en las Fiestas folclóricas y populares de la papa el último fin de semana de junio, celebración en la cual se puede disfrutar de espectáculos en la plaza principal, el reinado de la papa, música, comida y mucha diversión.

Paradójicamente, en la gastronomía no se encuentra una oferta representativa en torno a la papa. Un único local que destaca por sus cazuelas de papas gratinadas llamado Pizpa’s y el puestecito de Iván Papitas, que cobra vida cada tarde a partir de las 6 pm enfrente de la Capilla del Santo Sepulcro.

Hay que recurrir entonces a otros sabores. Encontramos el famoso chorizo y las butifarras de Chorioriente, las cocciones a fuego lento de carnes en Anclas y, una amplia oferta de productos Lácteos Buenavista, donde encontramos delicias como la Provoleta Asada, dips de queso ricota con frutas y especias, variedad de tablas de quesos, con más de 10 tipos de mozzarellas y 5 de madurados para elegir, destacando sabores como finas hierbas, pimienta, jamón serrano y jalapeño, al igual que sandwichs y pizzas. Todo esto acompañado de un buen vino o cerveza artesanal. Es un lugar ideal para compartir con familia y amigos. Los quesos también se venden para llevar, al igual que otros como cuajada, quesito, mantequilla de leche de cabra, yogures con fruta, yogur griego y kéffir.

No podemos olvidarnos de una preparación tradicional que no se encuentra en los restaurantes, pero que Doña Maria Eugenia García cocina bajo encargo con amor y muchísima sazón: el fiambre en hoja de achira. El típico unitense lleva migas de papa sancochada sazonadas en aceite y cebolla de rama, tajada de plátano maduro, chorizo de cerdo o chicharrón carnudo, huevo de yema blandita y arepa de mote.

A la hora de una pausa conversada alrededor de un buen café, en el parque principal hay 2 lugares para satisfacer el antojo: Coco Pan Panadería y Del Carajo Café, este último dedicado a la temática literaria, con estanterías colmadas de libros y sus paredes de citas y textos de autores famosos. En palabras de sus dueños, «nuestro plato fuerte son los libros».

Recomendamos  también la famosa “escarbadora”, aromática “envenada” con ron que puede encontrarse en cualquiera de los locales ubicados en la margen derecha de la Iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes o una “canelita”, leche con canela y azúcar, de la cafetería La Fuente, que además de deliciosa  ayuda a atenuar el casi perenne frío unitense.

Además de los restaurantes y cafés, la gastronomía unitense se hace presente en productos típicos, muchos de ellos comercializados en tiendas del parque principal, o en el Punto de Información Turística. Allí se pueden comprar los arequipes artesanales de café, gulupa y uchuva de Alimentos Perza, las chichas de La Mandrágora Chichera, los vinos de mora, maracuyá, uchuva, fresa, mortiño y papa de Cerro San Miguel, las mieles de Caoba y los famosos Postres Unión.

Una experiencia maravillosa para vivir aquí es la visita a El Herbolario de Cris, donde es posible aprender sobre el proceso de siembra orgánica de productos tradicionales de la región como la papa, al igual que otras plantas aromáticas, hortalizas, legumbres y frutas; conocer la historia familiar que soporta el emprendimiento, y disfrutar de un delicioso refrigerio realizado por las manos de las personas que se encargan de este hermoso cultivo.

La Unión también es especial por sus senderos y montañas. Vale la pena explorar algunos senderos ecológicos como el Recorrido Paisajístico Peñas y Vallejuelos, el Camino de Arrieros las Brisas, y el Sendero Ecológico La Chascarala en el corregimiento de Mesopotamia, un camino lleno de paz y conexión con la naturaleza en el que puede disfrutarse de un “baño de bosque”.

Antonio y la mazamorra guitarreada

Íbamos caminando por los senderos de Serranías, en la vereda La Herrerita para llegar a la garrucha, cuando nos encontramos un letrero que decía: Casa de la Mazamorra. Era una casa con mesas exteriores, bastante bonita, llena de suculentas, perritos y flores. Entonces pensamos que acabando de recorrer unos cuantos kilómetros, nos vendría bien una media mañana de tipo: mazamorra…

Al entrar nos recibieron muy amablemente, nos dieron asiento y nos sirvieron una mazamorra en taza hasta el borde, acompañada con panela rayada. No pasaron ni cinco minutos cuchareando y salió a saludarnos Antonio Ruíz, el dueño, junto a su esposa y dos hijas. Llegó con sus botas de caucho puestas y sus uñas llenas de tierra porque estaba haciendo labores de huerta, pero no quiso dejar pasar el momento de presentarse a través de sus canciones (tal vez, también, como una excusa para entretenerse un poquito). Tomó una guitarra, y empezó:

 Bienvenidos a mi pueblo, un rincón de tu patria.

Y si eres extranjero, te sentirás en tu casa.

Hay lugares de diversión, por diferentes veredas:  

El charco corazón, el teleférico y las trucheras…

Un pueblo por excelencia agradable y acogedor,

Cuando vuelvan de regreso a su pueblo o ciudad,

 Llevan un grato recuerdo y de Jardín no se olvidarán.

Antonio ha vivido en Jardín toda su vida dedicándose al campo y a la venta de leche, y en sus ratos libres, el tiempo que más disfruta,  toca guitarra y hace canciones… Con Jardín mantiene un amor que le brota por la voz y por los dedos, ha compuesto alrededor de 30 sencillos sobre su pueblo.

Hace unas décadas él, su mujer e hijas, que siempre han cocinado mazamorra pilada, en fogón de leña, digna de medalla, iniciaron un emprendimiento con la mixtura de sus talentos, la cocina y la guitarra, para seguir unidos en el hogar de su tierra amada y hacer lo que más disfrutan: hacer sentir en casa a sus visitas.

Ana Luisa Molina y el primer Kinder de Jericó

Ana Luisa tiene 92 años y vive en Jericó. Su casa está pintada de amarillo y verde, tiene cortinas de piso a techo, materas florecidas de curazaos, muchos Cristos en la pared, un patio central y dos pisos. En el primer piso tiene una habitación con pupitres, sillas y objetos que usaba en su Kinder… el primer Kinder de Jericó.

Ana Luisa  ​​se graduó en la primera promoción de Maestras Rurales de la Escuela Normal de Señoritas y empezó a trabajar como maestra en Aguadas, luego se enamoró y pausó su profesión unos años para casarse y tener 10 hijos con Bernardo, a quien amó con toda su alma y corazón. En enero del año 1965, su hija menor murió y un mes después lo hizo su esposo. Ese sería el día en el que todo su destino cambiaría. Ana Luisa tuvo que mudarse con mucha tristeza del campo a Jericó con todos sus hijos pequeños y rematar su casa para pagar sus deudas. En 1969 su situación económica la impulsó a pensar en construir un Kinder en el patio de su casa para los niños de Jericó. Fue a la Alcaldía a pedir permiso y el alcalde se lo concedió, además de donarle tableros, pupitres y tizas. Luego, el sacerdote de ese entonces le dio su bendición y prometió anunciar su Kinder en los avisos parroquiales. También le pidió nombrarlo “Kinder Pablo VI”, que sería el santo que regiría los destinos de la iglesia por esos años.

Sus estudiantes fueron casi como sus hijos, los ayudó a trazar sus primeras letras, a sumar naranjas, flores y limones, a escribir planas de números hasta el 100, les dio nociones de lo que era Dios, la Santísima Virgen, las normas de urbanidad, de higiene y compañerismo, y les dio clases de geometría, dibujo, canto, matemáticas, ciencias naturales, lenguaje e historia sagrada. Ella creó cuaderno de matrículas, reglas de comportamiento, división de horarios, preparador de clases, control de disciplina, libro de estudio, cancionero con rondas para el recreo, ejercicios de gimnasia, y hasta se imaginó cómo iban a ser sus salidas de campo y salidas por el vecindario… Los niños llegaban tímidos y bien peinados desde las 8 a. m. y ella admite que les daba más cariño a quienes se sentían tristes de dejar por unas horas a su mamá. Lo más importante para ella era entrar en la imaginación de los chiquitos para entender sus pensamientos, proponerles unos nuevos y acompañarlos con amor en su paso hacia la escuela.

Estar en su kinder costaba 10 pesos a la semana, algunos padres muy pobres no podían pagarlos y sus hijos entraban gratis, y otros al contrario pagan más de 10 pesos porque les parecía muy poco.

Su Kinder tuvo que cerrarlo por el mal estado de las escaleras en 1978, sin embargo cientos de niños, hoy en día adultos Jericoanos conservan memorias del Kinder que permanecerán por el resto de sus vidas. Ana Luisa escribió un libro llamado El Kinder Pablo VI, recuerdos de una maestra, con varios de sus testimonios, uno es el de Jaime Mejia Ocampo que cuenta que en un paseo de Kinder le dio su primer besito a una niña… Ahora Ana Luisa también es miembro correspondiente del Centro de Historia de Jericó, y fue una de las protagonistas de una película llamada Jericó,  el infinito  vuelo de los días, dirigida por Catalina Mesa.

Conocer esta maestra, es tener de frente el significado de la  ternura, la prudencia, el recato, la paciencia, la tranquilidad, y entrar en su casa, es perderse en un mundo de historias que dirigen en su mayoría las dos hijas que la cuidan, ambas con una personalidad muy opuesta a la de Ana; alborotadas, dicharacheras y bullosas…  Tanto así, que cuando llegamos a su casa, después de haberle puesto traje y labial fucsia a su madre, empezaron a revolotear por todos lados, alzando la voz, sacando libros y fotos, regañando sin motivo a diestra y siniestra y coqueteandole al conductor que nos acompañaba ese día. Ana Luisa con mucha calma nos secreteó, que no les paramos bolas, que era que se ponían nerviosas y un poquito… celosas.

Ana Luisa para Jericó es ejemplo y virtud de dedicación y consagración al arte de enseñar, pero también de aprender que lo más importante como dice ella es tener “talento en la mente y bondad de corazón”.  

ÓSCAR URREGO: Amor de arriero

Mientras caminábamos por Urrao, nos llamó la atención una casona verde de balcones con costales, cuerdas y zurriagos, y un pendón colgado de una mula y un campesino: la Posada del Arriero. Adentro estaba Óscar Urrego, el dueño del local, así que como es típico de nosotros: le pusimos conversa.

Nos contó que su oficio de arriero lo aprendió desde muy niño, con sus mulas caminaba largos trayectos, con un máximo de 17 mulas, cruzaba montañas nunca antes pisadas, llegaba al Chocó y podía tocar el mar… Se fue animando la cosa y empezó a mostrarnos los secretos dentro de su carriel, que antes pertenecía a su padre y puede tener más de unos 100 años. En el conserva lo que tradicionalmente guarda un arriero: un totumo para tomar agua de río en el camino, unos dados para jugar entre amigos al terminar la tarde, remedios para las mulas, una “contra” o antibrujería con colas de gurre y colmillos de tigre y fotos de sus seres queridos, entre las que conservaba una foto de su esposa: Doña Hortensia Restrepo, a la que lleva amando 76 años, sin parar ni un solo día de los meses en los que Óscar estaba de viaje al lomo de su mula… Se fue atreviendo un poquito más y nos enseñó una de las cartas que le dio ella cuando apenas eran unos «sardinos», con beso marcado, flores pegadas y un cachito de cabello para que en sus viajes nunca se olvidara de ella. Así de picante es uno de sus fragmentos:

 Amor mío,  cuidado me cambias por otra, que a vos en tus andanzas te resultan muchas mugrosas por hay (sic) porque como vos sos tan papito, no falta quién te pique el ojo.

Cuídate pues que vos no sos sino para mí.

Asta (sic) luego amorsito (sic) mío,

Que Dios te acompañe y que la virgen del Carmen te de la bendición.

Hasta muy lijero (sic) Te espero.

La niña de tus ojos.


Esta es una pareja longeva de Urrao, un amor que no se rindió a la distancia, ni el tiempo, para el que el camino fue el sustento y la ilusión del siempre volver.

¡Saque la olla!

Wilmar, no es Tamesino. Nació en Medellín, en medio de una época violenta y trágica para su comuna Robledo. A dos de sus hermanos los mataron en riñas del barrio y el más joven de ellos, con solo 13 años, recibió una bala del fuego cruzado entre bandas. Una situación que a Wilmar le partió tanto el corazón que prometió no volver a confiar en la gente,  le perdió el gusto a todo y en su estómago solo sentía el impulso de moverse y empezar otra vida lejos.  Algo le decía que si no lo hacía a la cuenta de hermanos perdidos iba a sumarse él.

Así que dejó su trabajo como conductor y junto a su novia, aún con mucha incertidumbre, tomó un bus con parada en Támesis, a la casa de su suegro.  Se instalaron unos meses en la casa del suegro y como a Wilmar no le gustaba quedarse de balde, se pensó una manera de conseguir su sustento: compró una moto de segunda, le montó una estructura para 4 tinajas que llevarían adentro mazarramorra, claro y bocadillo e inició su negocio. Su idea era vender un productazo sin ánimo de pérdida.

Entonces él llegaba calle por calle y gritaba: “Saaque la ollaaa” y a eso le agregaba algunas rimas poco complejas. Apenas cantó su primer pregón, Támesis lo abrazó con tanto cariño, que recuperó la esperanza en la gente y ya nunca se quiso ir. Le iba tan bien que a su oficina móvil le puso un altavoz y buscó reproducir unas trovas que lo acompañaran en su jornada, mientras él podía descansar la voz.

En Támesis han nacido muchos trovadores que ahora son de talla internacional uno de ellos es Fabian Franco más conocido como Cacao. Fue así que Wilmar le dijo a Cacao que le compusiera una trova y Cacao ni corto ni perezoso. La trova dice algo así:

Oído pueblo, que llegó Wilmar, ¡saque la olla!

Les traigo la mazamorra más sabrosa y exquisita

para jóvenes y niñas,

para abuelos y abuelitas,

con postre o con gelatina,  

la mazamorra lo espera,

con panela o con bocadillo

es un manjar de primera,

Saque la olla doña Rosa,

Maria, Julia y Fabiola,

Carmelo, Isa, Filomena,

Gabriela y Magola…  

y así con cada nombre de sus usuarias en la cuadra.

Saque la olla es un personaje muy querido en todo el pueblo, tanto que hasta le pintaron un mural en su honor en una de las calles.  Su mazamorra, más que un producto delicioso, se ha convertido en su acto de reconciliación con la humanidad que le escondió la esperanza para que la encontrara en Támesis.