A esta tierra la habitaron primero los Docatoes: indígenas Emberá Chamí y Caramanta que se ubicaron en el río Docató, para nosotros el río San Juan. A ellos les debemos una tradición de color, magia y cuidado por la naturaleza que ha invadido todo el espíritu de nuestros territorios. Muy cerca al casco municipal, aún hoy queda un resguardo Emberá, llamado Karmatarua, al que puedes ir a conocer con agenda previa, tener contacto con su acervo ancestral y llevarte algunas de sus artesanías.
En 1860 llegaron los primeros blancos Indalecio Peláez y su esposa Clara Echeverri, cuando vieron esta tierra desde el Alto de las Flores, un cerro al sur y otro al norte (donde están ahora los dos Cristos), vieron los sietecueros, los yarumos blancos, los riachuelos adornados con rosas y exclamaron: «¡Esto es un Jardín!» . La pareja empezó a construir su primera hacienda, ubicada donde hoy está el Hotel Balandú de Comfenalco, muy reconocido en el pueblo por hospedar a grandes celebridades. También llegó el Padre José María Gómez Ángel y el General Tomás Cipriano de Mosquera, escapando de la persecución política de la época… les gustó tanto esta zona que de refugiados pasaron a ser fundadores.
Tres años más tarde, a base de tinto y tertulia, se creó la junta de fundadores conformada por los personajes anteriores y el padre Nepomuceno Giraldo. Hicieron cuidadosamente los planos del pueblo, construyeron caminos de herradura, dividieron los solares, trazaron milimétricamente las calles y esquinas en cuadrícula española…
Solo faltaba un detalle importantísimo para Nepomuceno: la iglesia. Entonces Nepomuceno le preguntó a la junta si en el plan estaba reformar el templo, que en ese momento era una choza del caserío. La junta le dijo que no, aún eran muy pocos habitantes y no necesitaban algo grande y desproporcionado… Nepomuceno no quedó muy feliz y pensó una manera de iniciar, como fueran, la construcción de la iglesia. Se inventó que había encontrado una mina y que con ese dinero, él solito la iba a construir. Al poco tiempo, como profecía, encontraron una mina, pero no de oro, ni de ningún mineral precioso, era una cantera de piedra, en el sector de las Peñas: ese sería el material de la construcción de su basílica.
Nepomuceno, terco y con su plan en mente, viajó a Medellín y contrató a Giovanni Buscaglione un italiano que estaba por esos días allá y a quien le pidió que lo ayudará a construir el templo. Sin embargo, la junta sabía que Nepomuceno no tendría cómo pagarle y alertó al italiano. El padre se sinceró y le dijo que si a final de semana no le entregaba su salario, le pagaría con su propia mula… El italiano aceptó la garantía y antes de finalizar la semana llegó un hombre muy adinerado, y sin que el padre se lo pidiera, pagó todo el salario del Italiano. A Nepomuceno, por providencia divina, se le fueron dando las cosas, y se dice que la iglesia la construyó a base de pecados, pues él, al confesar, ponía de penitencia traer piedras de la mina (el número de piedras dependía de la cantidad y calidad de los pecados)… Luego la Basílica de la Inmaculada Concepción, de estilo semi-gótico, construida en piedra, con enchapes de oro y mármol de carrara italiano, sería considerada la más hermosa de Antioquia, y el Parque Principal un Monumento Nacional.
Jardín es uno de los 17 pueblos patrimonio de Colombia y sigue siendo tal como se lo imaginó Nepomuceno y sus primeros pobladores con obstinación, orden, amor y detalle. La arquitectura colonial, los balcones coloridos y las fachadas adornadas con macetas de flores se conservan hace 140 años… No solo la arquitectura se conserva, también el civismo, la apreciación de la estética y la tradición de la tertulia, todo en una vibra muy europea que ha permeado culturalmente a los jardineños en el disfrute de los sanos placeres, y claro, una rica y diversa apuesta gastronómica: hay un café Europa, un café Francés y varios restaurantes italianos.
También para orgullo cultural, Jardín fue hogar del famoso Manuel Mejía Vallejo quien escribió La Casa de las dos Palmas inspirado en la primera hacienda de Jardín, es sede de un festival de cine independiente, tiene un teatro municipal, la Casa de la Cultura César Moises Rojas Pelaez que resume la historia del municipio, y la Casa Tomada: el hogar actual de la Corporación Cultural de Jardín que tiene una agenda de veladas literarias, conciertos, obras de teatro, shows de baile y conversatorios.
Como curiosidad les contamos que los jardineños han logrado ponerle color hasta a los taburetes y han consolidado en ellos un sentado particular que debería ser institucionalizado. Consiste en reclinar el taburete en sus dos patas traseras para así conversar alrededor de un tinto, contemplar el paso de la vida, apreciar las montañas que los rodean, desespinar una trucha (uno de sus característicos platos), leer un periódico o hacerse parte de los coloquios de cine o literatura.
El amor a la belleza y la exuberancia que sienten los habitantes de Jardín por sus paisajes, en el que habita el copetudo gallito de roca, la passiflora jardinensis y el gallinazo jardinense -endémicos de Jardín-, se nota incluso en la manera en que nombran sus escenarios verdes: Cascada del Amor, Charco Corazón, Cueva del Esplendor. A esos escenarios los integran otras rutas para dejarse amar por la naturaleza como la de la Cascada La Escalera, el Salto del Ángel y el Santuario de los Guacharos.