Si hubiese que elegir una sola imagen para representar San Pedro de los Milagros, sin duda sería su Basílica, aunque haya mucho más por descubrir. Esta edificación majestuosa posa desde 1895, año en que finaliza su construcción. Segura del lugar que ocupa: es el centro de todo. En su interior yace El Señor de los Milagros desde 1774, la más perfecta réplica conocida de La Pietá, obra de Miguel Ángel, y hermosas pinturas religiosas plasmadas en los techos de las tres naves que recrean la vida y muerte de Jesús. Estas últimas, de enorme belleza, son toda una particularidad: obras en su mayoría del artista sampedreño Juan Múnera Ochoa, son diferentes representaciones bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento, para las cuales utilizó como modelos a personajes de la vida cotidiana de San Pedro.
El Señor de los Milagros, según cuenta la historia, estaba destinado a quedarse allí: un día de junio de 1774 llegaron dos viajeros comerciantes de Cristos hechos en madera a imitación del Milagroso de Buga. Ofrecieron en venta a un mayordomo y al párroco de entonces la única imagen que les quedaba. El negocio no prosperó y los visitantes emprendieron el viaje de regreso. Ya a las afueras, el que llevaba la imagen comenzó a sentir que el peso aumentaba. Intentaron levantarla varias veces, pero no lo lograron. Decidieron regresar a San Pedro y entonces el peso regresó a la normalidad. En el pueblo lo tomaron como un milagro, pues la imagen manifestaba con ello su voluntad de permanecer allí. Se cerró así el negocio y la imagen entró en la pequeña Iglesia Parroquial para quedarse en San Pedro de los Milagros..
Al final, a uno le provoca sentarse en las escaleras de enfrente a digerir tanta belleza. Y entonces, sin salir todavía de un asombro, se entra en otro, el paisaje de fondo: verdes intensos, cipreses más oscuros, campos que los sostienen los árboles más claros y más brillantes presagian la presencia del ganado lechero y toda una vida en torno a este. No es raro escuchar a más de un sampedreño decir que ordeñar ha sido un rasgo común en la vida de los aquí nacidos, o que San Pedro huele a campo y que los campesinos aquí tienen un olor particular, reconocible: olor a leche. Y cuentan que aquí las vacas son más juiciosas que los niños, que hacen fila y la respetan cuando las van a ordeñar.
San Pedro es el municipio más lechero de Antioquia, y esto genera un importante comercio de derivados lácteos, que son aquí los productos más característicos. Igualmente, como no hay región que se respete sin rivalidad, San Pedro tiene una de carácter gastronómico con Santa Rosa de Osos en torno al pandequeso: es lo mismo, dicen, sólo que aquí lleva el apellido “sampedreño”. Las Fiestas de la leche y sus derivados, las más importantes del municipio, celebradas anualmente entre los meses de junio y julio, son un reconocimiento al producto más importante de la región.