Este municipio nos recibe con un nombre evocativo e invita a la pregunta por su origen. La respuesta a por qué La Unión la encontramos en 1778, cuando sus fundadores, uno de Rionegro y otro de Sonsón, donaron parte de sus tierras para levantar el primer caserío, que entonces se llamó Vallejuelo. De este primer junte y un compendio histórico de agregaciones y suma de esfuerzos nace su nombre.
Hoy, El Morro Las Mellizas, en la Vereda San Miguel, todo un ícono por ser la montaña más alta que encontramos aquí, con 2811 msnm, se levanta como desafiando esa historia de juntanzas que dan nombre al municipio. Sus dos picos, que se miran de frente desde no sabemos cuándo, se buscan pero no se encuentran y sin embargo, dotan de gran belleza el paisaje y pueden verse desde alguna de las muchas fincas paperas que constituyen el más reiterado paisaje unitense.
Aquí se cultivan las especies de papa capira, puracé y criolla. En la década del 2000 era el municipio con más toneladas de papa sembrada en toda Latinoamérica, por lo que el apelativo “capital antioqueña de la papa” no es casual. Sin embargo, el cultivo insignia ha ido cediendo lugar a nuevos invitados como la fresa, las flores, la uchuva, la ganadería de leche y la minería.
En relación a esta última, La Unión se asienta sobre una gigantesca mina de caolín, barro blanco, arcilla y ceniza volcánica, materias primas que sirven de insumo a la tradición ceramista de El Carmen de Viboral. Este es uno de los pocos lugares de América Latina donde se encuentra el caolín, reconocido por las diferentes aplicaciones en que puede ser utilizado, como pinturas, papel, cerámica, pigmentos, refractarios, caucho y construcción.
El tractor es otro de los protagonistas, aquí se encuentra la mayor densidad de estos en toda Latinoamérica en relación a la extensión del territorio. Este vehículo, instaurado en la década de los 90, ayudó a fortalecer el trabajo campesino que antes era totalmente manual y a multiplicar la producción del tubérculo. Los miércoles y sábados se pueden ver en manada, pues son los días en que vienen a descargar la cosecha en el Centro de Acopio, construido por una Cooperativa de 32 paperos, que además instalaron allí una moderna planta de lavado y selección. El proceso de cosecha papera ha tomado una deriva más tecnificada y esta transformación ha permitido un crecimiento a escala de la producción, al tiempo que ha dejado en el pasado prácticas artesanales que se conservan en la memoria de los habitantes, algunos de los cuales manifiestan sentir “nostalgia del olor a papa mojada” lavada en sus propias fincas.