Marino Arroyave no es historiador, “pero al menos lo intento”, dice él. En cualquier caso, es un magnífico contador de historias. Desde que era niño devoraba libros. A los 12 años estudió locución y periodismo por cuenta propia, pero por ser menor de edad no lo dejaban trabajar en la emisora del pueblo. Para cortar el problema de raíz, le envió una carta al entonces presidente, Misael Pastrana Borrero, solicitándole formalmente que hicieran una excepción. El presidente le contestó, o al menos eso cuenta él; el hecho es que finalmente logró que lo aceptaran en la emisora.
Desde entonces, ha participado activamente en la vida social y comunitaria del municipio: fue director del canal de televisión y trabajó en diferentes cargos públicos. En la época de la violencia, que azotó de forma tan fuerte a esta tierra, Marino aparecía con micrófono desde el balcón de la Alcaldía para sosegar a los habitantes. En una visita reciente que hicieron miembros de un grupo de investigación de la Universidad de Antioquia, le dijeron que era uno de los 3 costumbristas que quedaban en Antioquia. Aunque al escucharlo contar anécdotas y declamar poemas uno siente que está viendo una obra de teatro, Marino no está actuando: lo suyo no es una puesta en escena, sino su esencia misma en acción. Por eso se define como poeta, y su habitual uso del sombrero, la ruana y el carriel no es una impostura, sino la pinta que más le gusta y que más refleja su personalidad y deseo de conservar la tradición.
A día de hoy, ya no ejerce ningún cargo oficial, pero su legitimidad sigue intacta. “Su Facebook es como el periódico de Sonsón”, nos cuentan varios miembros de la Casa de la Cultura. Y realmente lo es: en su perfil, Marino publica toda la actualidad y “avisos parroquiales” del municipio. En todo lo que hace, se nota su sentido de apropiación y lo mucho que quiere a su gente.