De entrada se intuye que es un hombre alegre, que gusta de contar sus historias y conversar con locales y turistas
Se nota que no es santafereño; lo delata su acento.
Nació en Barrancabermeja y desde niño sintió fascinación por los hippies nómadas que hacen manillas, y son parte indispensable del paisaje de tantos centros urbanos con sus puestos callejeros que montan y desmontan cada día. Se les acercaba, les conversaba, observaba, preguntaba y aprendió de ellos.
Se dice que los santafereños de la época colonial ya se dedicaban a la joyería, y que los artesanos del oro fueron implementando la técnica de la filigrana introducida por los españoles, quienes a su vez la habían aprendido de los árabes. Sin embargo, los hoy guardianes de la tradición suelen referenciar a Jorge Olarte, “el Maestrico”, como el prócer contemporáneo del oficio. Un artesano del siglo pasado que creó el tradicional nudo de hilos entorchados característico en la filigrana antioqueña. Así mismo, a diferencia de la filigrana momposina, en la que los hilos de plata y oro suelen ser torcidos y enrollados para crear formas como el tomatillo, en la de Santa Fe de Antioquia predomina el tejido con agujas para crear los característicos nudo y estropajo, presentes en la mayoría de alhajas, que toman forma de anillos, aretes, pulseras y cadenas.
Fredy Osorno es hoy uno de los artesanos de la Asociación de Filigrana de Santa Fé de Antioquia. “Llegué al municipio hace más de 17 años trabajando para una empresa de chance y me quedé. Después de un tiempo, al ver que la filigrana era tan popular aquí, me interesó retomar el trabajo manual que tanto me había fascinado de niño, que se me da bien, y entonces decidí aprender este oficio”.
En aquel entonces no había un grupo constituido en torno al oficio, ningún tipo de asociatividad. Fredy comenzó a estudiar y practicar este arte de la mano de otros maestros y un día una señora de abolengo le encargó un anillo. Fue su primera venta, se dio cuenta que tenía talento y que además lo disfrutaba. A uno no le queda ninguna duda cuando, en el taller de la Asociación, Fredy explica pausadamente, con gusto, embelesado por la tarea, el proceso paso a paso. “La terminación de una sola pieza puede tardar varios días. A mí no me gusta trabajar de afán, las pocas veces que me he sentido presionado para entregar una joya algo sale mal. Esto hay que hacerlo con tranquilidad, eso es lo más importante” dice mientras con la pinza en su mano logra que un hilo muy delgado de oro encaje en un molde con forma de colibrí.
Hace varios años Fredy y otros aprendices del oficio se juntaron y decidieron crear la Asociación, un espacio pensado para el encuentro de los artesanos, la formación de nuevos pupilos, y la venta de los productos. Hoy día abren las puertas de su taller para grupos muy pequeños, con el objetivo de realizar talleres en los que los visitantes puedan acercarse al oficio de forma vivencial y llevarse su propia pieza.